viernes, 31 de agosto de 2018

Ser-hemos-sido.

Fuimos poesía pura.
Que se pudrió.
Adentro de un frasco.
Lleno de mariposas.
Venenosas.
De colores refulgentes.
Somos carne viva.
Piel ardiente.
Chocamos uno contra el otro.
Como si no hubiese hoy.
Ni mañana.
Pero hay ayer.
Fuimos desconocidos.
Refugiados.
Extranjeros.
Mentirosos.
Amantes.
Somos dos espinas.
En un mismo tallo.
Sangrantes.
Rojas.
Rosas.
Rojas.
Somos poesía.
Mentirosa y sin rima.
Calamidades truchas.
Un día sin clima.
Cálido.
Tu abrazo.
Tus manos.
Mi tacto.
Mi climax.
Tus dedos.
Allí adentro.
Profundo.
En mi pecho.
¿O era mi sexo?
Olvido.
Repentino.
Seremos.
Serenos.
En un mar de fuegos.

martes, 28 de agosto de 2018

Había una vez

Para N.N.
Solo sale un solo sol.


Había una vez una luna. Radiante. Brilla. Pero en soledad. Sí, estaba acompañada de millones de esferitas brillantes llamadas estrellas, pero a la larga (o corta) esas esferas se apagaban, se iban, o simplemente la ignoraban.
Era la reina de un cielo que la acompañaba en silencio. Pero siempre estaba sola. Ella siempre estaba ahí. Pero todo ese cielo azul que la acompañaba desaparecía cuando un gigante de rayos anaranjados con pizcas de amarillo se asomaba. Y así la Luna quedaba opacada. Siempre estaba ahí pero minimizada.
Una noche de soledad, mientras la Luna sollozaba, por no tener un compañero que reine a la par de ella en ese infinito cielo, la noche se hizo día.
Apareció ese gigante que radiaba calor, pero esta vez no la tapó, ésta vez se posó tras ella y la abrazo. Y vio el lado oscuro de ella. Ese lado que nunca nadie había visto ni conocido. Y el con todos sus brazos la abrazó y le brindó el calor que nunca nadie le había brindado.
Conoció sus lunares, sus pozos, su frío, conoció eso que nadie nunca en la faz del infinito había visto. Y aún así el siguió brindandole calor.
Ella no supo como agracerle y le regaló su más puro tesoro, le dio su cielo y su infinito, le dio su alma y corazón.
El atesoro esos regalos celosamente. Eran suyos y de nadie más. Nadie era digno de su Luna. Nadie más podría lastimarla, quizá solo él.
Sin darse cuenta, el Sol se fue alejando. Y el cielo lo hizo todo de él. Ella no supo como reaccionar. Su Sol, su compañero, la estaba abandonando. Y todo lo que el iluminó volvió a la oscuridad. Ese gigante que fue su luz, su calor, que se volvió su infinito, se iba...
La había eclipsado y como si nada la abandonaba.
¿Cómo podía ser así de injusto su amor?
La oscuridad entró por todos sus relieves, agujeros, poros, grietas, la oscuridad la volvió a hacer suya.
Y su calor, su Sol, se alejaba cada vez más para ir a iluminar en otro lugar.
Y ella temió. La consumió el miedo. Su Sol le daba miedo. ¿Y si el divulgaba todo lo que había descubierto al ver el lado oscuro de la Luna? ¿Y si el usaba ese lado oscuro para hacerla doler? ¿Y si el en aquel otro espacio se olvidaba lo que era su tan amada Luna?
Mientras la Luna lo lloraba se juró no volver a mostrar su lado oscuro nunca más. Era solo de él. No dejarse abrazar por ningún falso Sol que a la larga o corta se iba a escapar a los brazos de alguna otra estrella. Ella sólo querría sus abrazos.
Mientras la Luna se abría una herida una y otra vez en su soledad, le juro a su amado Sol que por los últimos años nuestras vidas sería su eterno amor.




El sol y la luna se fundieron sin miedo.

domingo, 19 de agosto de 2018

Bajando.

¿Y ahora qué?
Vacío.
Me metiste la mano en el pecho y arrancaste mis pulmones.
El corazón ya me lo habías robado hace tiempo.
¿Como sigo?
Vacía.
Cada vez estoy más hueca.
Como un tronco podrido.
Como un árbol que al primer viento es arrancado.
Mis raíces fueron pisoteadas.
Mi cable a tierra huyó.
Arrancó las venas que nos unían sin que le tiemble la mano.
Llenó de sangre todo.
Y esta herida está fresca.
¿Fresca? Se sigue abriendo.
Minuto a minuto que veo tu sonrisa trucha estampada en tu jeta.
Todavía sangro.
Chorreando este líquido rojo con el que voy escribiendo el punto final.
La bajada.
(Corte bajón, sangre en las manos)
Pero vos tranquila.
La conciencia a mi no me pesa.
Acá lo único que pesa es el puñal ese que vas cargando adentro tuyo.
Y también todos los monstruos y fantasmas que mataste.
Pero que ni sus cadáveres pudiste dejar atrás.
Vos tranquila.
Yo respiro.
Despacito y dolorosamente.
Pero no te voy a dar el gusto a vos, ni a nadie, de que me tiren un puñado de tierra en la fosa.
Ese placer va a ser solo mío.
Hasta muerta.
¿Y ahora qué?
Respirar es lo de menos.
Después de desangrar.
Vida nueva.
Yo me prometo curar.